PROTESTANTISMO Y MASONERÍA
¿Hay incompatibilidad entre el
protestantismo bajo sus diferentes formas y la masonería?
Conviene recordar que en 1721, fue a
un pastor de la Iglesia presbiteriana escocesa, James Anderson
(1674-1739), a quien el Gran Maestre de la Gran Logia de Londres
encargó compilar los Old Charges de los masones operativos y
redactar nuevas «Constituciones». Jean-Théophile Désaguliers
(1683-1739 ó 1744), el verdadero artesano de este trabajo, era
ministro de la Iglesia anglicana y capellán del príncipe de Gales. En
consecuencia, los protestantes jamás han cesado de estar presentes en
la masonería.
No obstante, el protestantismo no es
monolítico. No hay un protestantismo y una Iglesia protestante, sino
protestantismos e Iglesias protestantes que se sitúan entre dos polos
radicalmente diferentes: el protestantismo liberal y el protestantismo
fundamentalista. El protestantismo liberal se define por una libertad
total del pensamiento, apertura a la cultura y desconfianza de la
institución eclesiástica y de sus pretensiones normativas; son
tolerantes y acogen favorablemente la crítica bíblica y buscan puntos
de unión en los saberes profanos. De ahí que las condenas de estas
Iglesias protestantes a la masonería sean muy excepcionales.
El protestantismo fundamentalista, al
contrario, pretende convencer a los otros de su error a fin de
convertirlos a lo que consideran «la única Verdad», condenan el
modernismo, predican una moral rigorista con posiciones éticas bien
definidas; son hostiles al clericalismo; a menudo milenaristas. En
estas iglesias, el antimasonismo es generalmente tácito.
Fue el libro Freemasonry. A
Religion, escrito en 1987 por el reverendo John Lawrence, el que
provocó la creación de una Comisión de Investigación en el Sínodo
General de la Iglesia Anglicana. Dicha Comisión tuvo en cuenta que la
Gran Logia, en el año 1813, había declarado que «el Arco Real formaba
parte integrante del tercer grado» y por esta razón decidieron
investigar este grado en detalle. En este grado los masones pretenden
revelar el verdadero nombre de Dios de una «sopa de letras» por lo que
la Comisión decidió que este grado era blasfemo y condenaron también a
la masonería en general por ser «una religión».
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Geoffrey Francis Fisher (1887-1972) Arzobispo de
Canterbury y maestro masón
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Sin embargo, la Gran Logia de
Inglaterra en 1977 ya había aclarado en un pequeño folleto con el
título Information for the Guidance of Members of the Craft (p.
18) que: “No se puede afirmar que la masonería es una religión, ni que
quiere ser una religión, ni está en competición con la religión. La
masonería sólo quiere que todos sus miembros adopten un nivel de
conducta que sea aceptable a todas las religiones; pero sin intervenir
en sus dogmas o en sus teologías. Por lo tanto la masonería no está en
competición con la religión, sino que sólo espera ser un complemento
de la religión. Es una tendencia básica que todos los miembros de la
Orden crean en un Ser Supremo, y que todos los masones lo reverencien.
Así debe ser evidente a todos los hombres (menos a los que están
deliberadamente «ciegos») que la masonería sólo quiere dar apoyo a la
religión, porque todos los hombres que se admiten en la masonería
tienen que creer en un Ser Supremo antes de ser admitidos y siguen
practicando su religión después de ser admitidos…”.
La mencionada Comisión publicó sus
conclusiones en un Dictamen. Este Dictamen fue debatido por el Sínodo
General de la Iglesia Anglicana. Y después de eso no se ha vuelto a
oír nada más de este asunto.
Fuente: Jean-Louis Cornez y Rev. Fred Harwood, en José A. Ferrer
Benimeli (dir.) Masonería y religión: convergencias, oposición,
¿incompatibilidad?, Madrid, 1996.
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